Nuestra joven vecina universitaria

Nuestra joven vecina universitariaCuando vivíamos en un edificio del barrio de Villa Urquiza, el departamento contiguo al nuestro estuvo deshabitado durante mucho tiempo. Por eso Ana y yo nos alegramos cuando supimos que iba a mudarse alguien allí. La nueva inquilina era una estudiante universitaria, bastante joven. Pronto mi mujercita averiguó que la chica se llamaba Verónica; tenía apenas veinte años y estudiaba economía.Una tarde Verónica hizo la mudanza de sus cosas. Yo estaba libre en mi casa, pero Ana ese día había estado en su oficina. Así que me ofrecí a ayudar a esa chica con sus valijas, muebles y bártulos. Al conocerla, pude ver que era muy jovencita y hasta parecía algo tímida; pero también me pareció muy bonita y sensual. Tenía un buen cuerpo, piernas bien torneadas y unos hermosos ojos verdes.Pronto descubrí que me equivocaba en pensar que ella era tímida. Todo lo contrario; Verónica era más bien extrovertida, alegra y desenvuelta?Un par de semanas después de su llegada, ya habíamos entrado en confianza. Verónica a veces me traía algunos artefactos eléctricos que se le habían descompuesto, para que yo intentara repararlos.Conversando con ella, me contó que no tenía novio, porque se había enojado con el último y en ese momento estaba tratando de esa experiencia frustrante para ella. Me confesó que tampoco había tenido suerte con otros dos novios anteriores?Le pregunté si esos chicos eran de su misma edad y ella dijo que sí y que además se arrepentía de no haberse fijado en un hombre maduro?Su comentario me tomó por sorpresa y me hico pensar en Verónica como una mujer hecha y derecha. Ella hablaba de elegir hombres mayores y entonces un pensamiento libidinoso cruzó por mi mente. Un sábado por la noche, en que justo mi esposa había salido a celebrar un cumpleaños con sus amigas, me quedé solo en casa y pude oír que Verónica salía con sus amistades a la misma hora que Ana.Me mantuve despierto gran parte de la noche, esperando el regreso de mi dulce mujercita. Estuve leyendo, tomando algún vaso de whisky y mirando películas.Cuando pensé que ya era una hora lógica para que regresara Anita, pude oír el ascensor que se detenía en nuestro piso. La puerta se abrió, pero no era mi esposa quien venía allí adentro.Me asomé al pasillo y pude ver a Verónica taconeando de espaldas a mí, pero su camino era errático e iba apoyándose contra las paredes. Era evidente que había abusado un poco del alcohol en la salida con sus amigas. De repente se dobló por la cintura e hizo arcadas como si fuera a vomitar.Me acerqué a ella para ver si necesitaba ayuda. Verónica estaba revolviendo su cartera, buscando las llaves y se la veía un poco eufórica. Al verme se abalanzó sobre mi cuerpo, aferrándose a mi cuello con sus brazos. Me dijo que no podía abrir la puerta de su casa.Hurgué su cartera buscando las llaves y, apenas las encontré, abrí con facilidad la puerta. Cuando estuvimos adentro, Verónica se me tiró encima otra vez. La sostuve entre mis brazos, evitando que cayera al suelo.Ella me agradeció, riéndose a carcajadas. Intentó incorporarse y, cuando lo logró, su redondo trasero se apoyó accidentalmente sobre mi entrepierna. Se quedó allí por unos segundos. Ella llevaba un vestido corto pegado al cuerpo. Cuando sentí ese roce caliente, sorpresivamente mi verga se enderezó, logrando una tremenda erección. Verónica pudo sentir esa terrible dureza contra su cola. Volvió a reírse a carcajadas y me dijo que había encontrado una linda sorpresa. Una gran sorpresa además, agregó. De pronto se puso seria y dijo que eso era justo lo que necesitaba para calmar la calentura que tenía desde hacía un buen tiempo.Inmediatamente comenzó a frotar su redondo y firme culo contra mi verga, moviéndose de manera sensual y lentamente. La chica estaba excitándose cada vez más, diciendo entre suaves gemidos que mi verga se sentía rico. Una verga madura y experimentada?A esa altura, sentí que mi joven vecina me estaba poniendo a mil. Comencé también yo a frotarme contra ella, sabiendo que ya no había vuelta atrás.Mi verga cada vez estaba más tiesa dentro de mis pantalones. Verónica ya estaba totalmente descontrolada por su calentura; tomó mis manos y las apoyó sobre sus pequeñas tetas. A través de la delgada tela de su vestido, sentí sus pezones erectos, gracias a que no llevaba corpiño.Pellizqué esos pezones endurecidos, mientras le basaba la nuca. Ella estiró una mano hacia atrás y me acarició la verga por encima del pantalón. Luego rompió el abrazo, giró para enfrentarme y sonrió mientras caía de rodillas y luchaba para abrir la cremallera de mis pantalones.Sacó mi pija ya bien endurecida y me practicó una mamada inolvidable; ni siquiera mi esposa con la experiencia sexual que ya tenía, era capaz de darme semejante chupada de verga.Verónica no me dio tiempo para pensar lo que estábamos haciendo. Simplemente se tragó mi pija entera y me hizo acabar en su boca; jadeando y en menos de dos minutos. La muy puta saboreó ese semen y luego se lo tragó hasta la última gota. Verónica sonrió otra vez; ya parecía que se le había pasado bastante el efecto etílico con el que había regresado a casa.Manoteó nuevamente mi verga ahora no tan dura y me dijo que fuéramos a su cama, donde podríamos coger con más comodidad?La hice colocar sobre sus manos y rodillas. La penetré muy despacio; pero ella me pidió que la cogiera sin tenerle piedad: Quería verga, necesitaba una bastante dura y que la hiciera acabar como a una buena perra?Empujé a fondo en su concha humedecida y comencé a bombearla con más ímpetu; tal como ella quería. La chica gemía y aullaba. Yo arremetía contra su hermoso culo; pero miraba hacia la puerta, tratando de afinar mis oídos para escuchar el regreso de mi mujercita. Estaba seguro de que Anita podría oír los alaridos de perra en celo que lanzaba al aire Verónica. Si mi esposa no me encontraba en casa a esa hora, ataría cabos y yo estaría irremediablemente perdido; aunque feliz de haber enterrado mi pija en esa concha tan dulce.Después de hacerla acabar a ella, Verónica comenzó a retorcer su cuerpo de manera felina, haciendo que yo no aguantara mucho más. Me vacié dentro de su apretada concha y caí exhausto a su lado.Verónica me miró y dijo que podríamos continuar otro día; porque seguramente mi esposa podría llegar en cualquier momento. Me vestí y regresé a mi departamento. Una hora después llegó Ana. Estaba en peores condiciones que nuestra joven vecina; pero por suerte para mí, Anita no traía tantas ganas de coger como Verónica.Al verla caer rendida sobre la cama, me intrigó que mi mujercita no estuviera tan caliente después de una salida con sus amigas. Eso me preocupó un poco y tuve las peores sospechas. Levanté las sábanas que cubrían el cuerpo desnudo de mi esposa y verifiqué que, entre sus muslos, había una sustancia blanquecina que no podía ser otra cosa que semen.Suspiré y pensé que mi verga también estaba impregnada con flujos vaginales que no eran precisamente de mi esposa?